LinkedIn es la red social profesional por excelencia. La imagen y tono que se mantiene en es con objetivo profesional. Su algoritmo es bastante peculiar ya que cuenta con cuatro fases para asegurar la limitación del alcance de los contenidos que sean de baja calidad o spam.
Fase 1:
De manera automática cada imagen, texto, artículo o vídeo que publicamos se incluye en tres grupos (OK, Baja Calidad o Spam)
Fase 2:
Al incluirse en el OK, aparece en el feed de una parte de los seguidores para analizar las interacciones que se produzcan.
Fase 3:
Aquí empieza la puntuación. Cada vez que la publicación registra un me gusta suma un punto, dos puntos con un comentario y tres puntos si es compartida. La puntación obtenida dentro de este grupo de usuarios determinar su alcance, mostrándose a más personas a mayor puntuación por considerarse de alta calidad.
Fase 4:
Es el turno de los editores humanos de LinkedIn, quienes terminarán de decidir si concederle un alcance mayor.
Sabido eso nos surge la pregunta ¿Cómo salimos airosos del proceso tan sistematizado? Centrándonos en publicar contenido relacionado con el mundo profesional y relevante para el sector en el que trabajamos. Actualizando el perfil, creando una audiencia estratégica, publicando en las horas señaladas, comparte en los grupos de LinkedIn contenido del campo de trabajo en el que nos movemos.
Y no olvidemos que LinkedIn no es la red social que más interacciones genera. El usuario tipo y muy extendido prefiere observar y seguir a la persona esperando el momento oportuno para contactar por privado. En este sentido, aseguremos que los usuarios que nos interesan están viendo las publicaciones como contenido interesante.
